lunes, 12 de abril de 2010

Mi cuerpo tiene la palabra (2)

Tiempo antes de que yo comenzara a tener alguna identidad mi futura mamá tenía muchas ganas de tener un niño o niña; una y otra vez ella se imaginaba prodigando caricias sobre la piel suave de su bebé. Tal deseo me atrajo tanto que un día me encontré siendo… Confieso que me gustaba sentir aquel deseo de mamá y ahora que he abandonado ya ese rincón plácido y sereno en donde me instalé durante meses y meses siento que sus manos me acarician suavemente, sus brazos me envuelven enseguida… soy un cuerpo frágil y pequeño todavía… Qué bueno, mi mamá es calentita también por fuera, ¡justo lo que necesito!, porque antes de encontrarme en este mundo me sentía realmente confortable y hasta me resistí a salir. Allí todo era suave, cálido, sereno, reinaba mucha paz. Aquí mis oídos escuchan ahora con más claridad la voz de un señor, me parece que es la de mi papá… comienzo a distinguirla, me gusta su sonido, me hace cosquillitas de alegría.
Percibo gente, mucha gente a mi alrededor que quiere tomarme en sus brazos, ¡me gusta!!!!, me quieren, me acunan, escucho sus canciones, siento en mi piel sus miradas, me duermo en los brazos de quien me mece, ¡adoro sentirme protegido!!!!!!

Así voy creciendo, entre caricias, suavidades, perfumes gratos, voces armoniosas y entusiastas, hermosas canciones que me envuelven, poesías para niños, juegos de palabras; mi vista sigue la pista de los colores que vuelan frente a mis ojos, mi piel es suave, soy un bebé, muy sensible a la piel de los demás: se nota que me quieren porque me acarician suavecito y con cuidado… huelo cosas que me gustan, algunos perfumes me persiguen todavía y adivino cuando los vuelvo a sentir todo el camino recorrido.

Paso casi dos años en este estado de felicidad que no ha de perdurar para siempre… Acaba de nacer mi hermanito y ahora los sonidos de casa han cambiado; hay alguien que con su llanto rompe la armonía de las voces que me rodean; las manos de mamá están más apuradas…, para salvarme de la confusión me rescata mi abuela, ella me peina con delicadeza, me encanta sentir el cepillo que va desenredando mis pelitos, en realidad lo que me gusta es la cosquillita que me hace en el cuerito de la cabeza. También me gusta cuando mamá lo hace, “rascame la cabeza, mami” le pido, entonces me apoyo sobre su falda y ella lo hace muuuuuy suavemente, también me hace rascaditas en la espalda, mmmmmmmm ¡me encantan!!!!. Lo que no me gusta es cuando me peina las cejas con su saliva, ¡ajjjjj!!!!, cada vez que salimos, pero parece que las niñas tienen que tener las cejas bien peinadas cuando salen, ¡a mí qué me importa!!!!!

Tiene mucha paciencia mi abuela y siento que me ama porque me mira a los ojos y los suyos sonríen, porque me habla lentamente y sus palabras se esconden dentro de mí como si fueran de seda, porque me apoyo contra su cuerpo y lo siento grande, puede protegerme, porque me deja que la toque: su pelo es suavecito, su piel blanda, sus uñas son rayaditas, me encanta tocarlas, las de mi mamá también. Me gusta el olor de mi abuela porque es un olor a cosas de otros tiempos, a historias que me cuenta, a cosas sencillas que saca de sus cajones y que yo toco, huelo y luego pregunto, Abu ¿para qué es esto?, ella siempre me responde, a veces no me dice la verdad pero me hace un chiste y me río. Me encanta sentir el corazón brillante cuando me río, me sacudo con la risa como cuando vas en auto por caminos de tierra y eso me hace sentir tan bien..., tal vez sea ése el motivo por el cual ando buscando personas que me hagan reír, porque Ana ¡es demasiado seria a veces!!

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